martes, 16 de octubre de 2012

CONSIGNA NARRADOR TESTIGO

NOTA: Ayer, en el Taller de Cuento Avanzado, os di una consigna que tuvísteis a bien recordarme la trabajamos el año pasaso. Pido mil disculpas. Fue que escuché una entrevista a Michel Houllebecq y su desdoblamiento de identidad me sugirió un trabajo para vuestros personajes, entender que, aun cuando uno mismo sea el autor co-narrador no deja de ser un ente de ficción. Eso mismo podemos decir del archiconocido cuento de Borges, El Aleph. Allí el protagonista es el mismo Borges, o en Soldados de Salamnina el propio Javier Cercas, pero ¿lo son verdaderamente? En fin, que me ofusqué y como no soy Funes, el memorioso, ni tengo vocación de notario me repetí por no repetirme. El caso es que casi sin pensar os propuse una historia contada por el NARRADOR TESTIGO. Es un narrador difícil. Lo es porque asiste a la historia, ha formado o forma parte de ella y mira con ojos observantes la realidad que le circunda y el protagonista en acción. En novelas tenemos al inigualable Dr. Watson quien nos acerca el mundo detectivesco del genial Sherlock Holmes a través de su lente científico-médica, contamos con El gran Gatsby, obra de F. Scott Fitzgerald, novela que se cuenta a través de la mirada de Nick Carraway. Por cierto, el protagonista Jay Gatsby no aparecerá hasta bien entrada la historia. Y como andamos en el mundo del cuento os recomiendo el cuento de Julio Cortázar llamado "El perseguidor" que aparece en LAS ARMAS SECRETAS Y OTROS CUENTOS. Usa la técnica del narrador testigo, si bien acaba trenzándose con la propia vida del narrador. De eso irá vuestra consigna. Alguien cuenta la historia SIGNIFICATIVA DE SER CONTADA y de alguna manera (puede verlo tras una ventana o puede formar parte de la historia) se nos narra la trama.
De aquí a poco pasaré nuevos escritos sobre las herramientas del cuento.
Recordad la próxima semana Bolsas y Cajas de Raymond Carver.
Siento lo de la consigna.
La memoria es engañosa, como los narradores no fiables  (que también pueden ser Testigos, véase Crónica de una muerte anunciada)
Abrazos.

martes, 9 de octubre de 2012

PUNTO CERO DE LA NARRACIÓN - LA INVENCIÓN DE LO HUMANO: EL PERSONAJE LITERARIO.



·       PUNTO CERO DE LA NARRACIÓN

Imaginar un cuento es como entrever una isla. Veo las dos puntas, sé el principio y el fin.
                                                                                                                 Jorge Luis Borges

Escribir desde un origen que viene del vacío, ex nihilo, de la nada que conforma nuestra imaginación es, en sí, una entelequia. Nadie escribe desde un principio ciego. Acostumbramos a dirigir la escritura desde unas herramientas de uso que mecanizan el discurso narrativo. Sin embargo, todos nosotros somos sujetos experienciales y devenimos, a fin de cuentas, de un fluir de vivencias y sensaciones. ESCRIBIR ES EXPERIMENTAR. Dicho esto, el escritor ronda sus intereses discursivos y narrativos en acontecimientos que pulsan una realidad propia a pesar de lo alejado de la trama que urda su imaginación.
El desbloqueo, pues, es una interacción entre experiencia y marco asociativo. Quiero decir que uno acude a su propia experiencia, su madurez intelectual-vivencial, su asombro frente al mundo y lo sutura con engarces asociativos que dilucidan la experimentación narrativa. Uno de mis primeros cuentos se llamaba “Jugábamos a cañas”. Yo todavía no tenía el bagaje cultural que pueda tener hoy y daba, como todos los noveles, palos de ciego. De cualquier modo la idea creativa se sustentaba en algo que descubrí después. El cuento empezaba así, como el título. Recordaba que cuando vivía en Valencia, no tendría más de siete años, acudíamos en tropel un grupo de jovencitos a cruzar una acequia. La acequia era maloliente y traicionera. Habíamos visto a un grupo de mayores que tomando unas cañas recias cruzaban de lado a lado aquellas aguas negras. Alguno caía y los demás reían. Pero nunca pasaba nada. Cuando se marchaban- los mayores siempre se marchaban- tomábamos las cañas y los emulábamos. Cómo no. Un niño siempre emula a sus mayores. Sucedió que un día uno de los nuestros, gordo y falto de miras, se subió a una de las cañas y rompiéndola cayó a aquellas aguas suicidas. Nada pasó porque uno de los mayores que estaba agazapado le sacó de inmediato y nada más pasado el peligro salió corriendo y fue cuando todos nos dimos cuenta que estaba en calzoncillos. Aquella experiencia que yo -debo admitirlo- adorné con el paso de los años fue una experiencia digna de ser contada. Lo que yo recordaba era que en esa acequia había muerto un chico, no sé si gordo o no, y que todos accedíamos hacia aquel lugar prohibido con el pecho retumbando y con la acelerada sensación de que hacíamos algo malo, algo que no debía hacerse. También recuerdo que un hermano mío, el menor, cayó y todos le ayudaron fervientemente. No fue hasta más adelante que recordé aquel chico con cara de lápiz mirando entre los matojos y saltando como una fiera para salvar al gordo. Una experiencia propia es el primer latido del cuento.
Pero no solo. El verdadero escritor, cuentista o novelista o poeta, transfiere su propia realidad a una realidad extraña. Quiero decir que uno comienza a ser escritor en el momento en que idea una historia, una trama que nada tiene que ver con él. ¿Dónde queda, pues, la experimentación? Queda en el fluir de tu mirada, queda en la sutil inspección que, día tras día, elaboras frente al mundo. Un escritor no lo es sólo cuando escribe. Un escritor lo es siempre porque un escritor ha empapado su mirada, una mirada contínua e intensa, en los hechos cotidianos que despiden un fulgor extraordinario. Un escritor sabe dónde está esa llama. A veces la buscamos como sabuesos de un conflicto escondido, otras como un hecho imaginario que sostiene nuestra monótona realidad. Comenzar a escribir no es hacerlo en tabula rasa. Comenzar a escribir es pulsar la música de tus adentros y hociquear la realidad. Comenzar a escribir es despertar todos los orificios que urden el pálpito de la trama.
Para vosotros, cuentistas que ya habéis elaborado una trama significativa, una situación que converge hacia la debida tensión narrativa, que conocéis de primera mano las cuerdas trenzadoras del cuento, la CONSIGNA cumple esa función. Una consigna es, pues, un disparadero. Es aquello que hemos descubierto en el imaginario creativo. Lo llamamos NÚCLEO POÉTICO. Un hecho significativo sucede a tu alrededor. Has tomado el autobús y al sentarte descubres que tu acompañante lleva una máscara de gorila. Eso es una fuente insaciable para ti. Eso es un NÚCLEO POÉTICO del que se derivarán multitud de sensaciones. ¿Por qué lo lleva? ¿Robará un banco nada más bajarse del autobús? ¿Va a una fiesta de disfraces? Te advierto que hay preguntas y preguntas. Ésta última, sin ir más lejos, no la hace alguien con alma de escritor. El escritor no busca una realidad matematizable. No busca explicar cada recodo de su súbito encontronazo con una realidad inexplicable. Nada de eso. Busca hacer tantos túneles con la imaginación que, sin tardar mucho, sembrará en un escrito. En realidad, este hombre-gorila ha viajado al zoo hace unos días y ha sentido un amor imborrable al mirar los ojos de una gorila. Como no quiere perder oportunidad se ha hecho con una máscara y piensa acercarse a los cristales que separan su dulce encuentro y declararle su amor liberándola de aquel infortunio. Un disparate, sí, pero un entrañable disparate. Ahora baja el hombre y tú, desde la ventanilla, ves cómo se baja frente a una sucursal, se coloca la máscara y saca una recortada sin un ápice de nerviosismo. No importa. TODA HISTORIA SON DOS HISTORIAS. Ricardo Piglia nos hace esta somera observación. Y así es. Este hombre no podría liberar a su amada gorila sin atracar un banco y sobornar a sus cuidadores.
La imaginación es un disparadero que no debe encontrar un límite lógico. Esto no quiere decir, en modo alguno, que la lógica no distribuya su estructura en el cuento. Hablamos de VEROSIMILITUD cuando todo el engranaje de la historia es conforme a su sustrato narrativo. Creemos a Kafka y a su monstruoso insecto porque deviene de una realidad palmaria, la del hombre que se siente como un bicho raro. ¿Cuántas veces no te has sentido un bicho raro? Pues haz la ecuación y tendrás la metamorfosis. En mi primer cuento, que nunca terminé de escribir del todo, los niños nos saltábamos las reglas. Un niño que no se salta las reglas no es un niño, es un prototipo social. Te invito pues a jugar a cañas, a cruzar el Rubicón, a destartalar la realidad o a buscar la TRENZA DORADA, el elemento mágico que imanta el NÚCLEO POÉTICO. Es el mundo del cuento. Y tú eres un cuentista.
Te propongo leer LA PRÁCTICA DEL RELATO de ÁNGEL ZAPATA. Tengo por este autor la mayor de las admiraciones y podría decirse que sin su transparente concepción del cuento nada podría saber quien escribe estas letras. En ese libro maravilloso encontrarás las claves que uno ha de tener en consideración para todo aquello que compete al cuento. Alguien que ama el cuento como este verdadero gurú que es ÁNGEL ZAPATA sólo podía dar un arcón lleno de tesoros relucientes y dadivosos. Impera su lectura como impera el nuevo despertar de escribir relatos. Es una aventura. Alguien te llama y es inevitable cruzar el puente.


·       LA INVENCIÓN DE LO HUMANO: EL PERSONAJE LITERARIO.

 Los sueños son útiles porque son libres.

Ernesto Sábato

Homo sum. Humani nihil a me alienum puto. Hombre soy. Nada de lo humano me es ajeno. Frase de Publio Terencio Africano, dramaturgo latino autor de comedias del siglo II antes de Cristo. Y es que lo humano es aquella piel que nos viste al mundo. Todo contador de cuentos, todo escribidor (persona que escribe por otro) o escribiente (persona que escribe para otro), todo aquel que pugna por ser escritor (persona que escribe para sí mismo) debe moldear su personaje. Todos hemos asistido con estupefacción a la maravillosa historia escrita por Carlo Collodi: Pinocchio. Un muñeco de madera fabricado por el carpintero Gepetto cobrará vida y se comportará como un ser humano. Es un personaje emblemático, pues tiene una característica poco común. Cada vez que miente le crece la nariz, tanto que le hace perder la compostura. Hay una segunda historia. Gepetto tenía una pena, quería un hijo y no lo había podido tener. Al construir su marioneta descubre que no puede controlarla como él mismo hubiera querido. Eso es contar una historia. Tu personaje ha de desbaratarse de tus manos y proseguir lejos de las artimañas del creador. No otra cosa es la historia de la humanidad. Cuando Nietzsche asevera que Dios ha muerto le da la mano a Inmanuel Kant y viene a decir que el hombre ha cumplido ya la mayoría de edad. Eso debe saber todo escritor. Cuando creas un personaje has de saber soltar los hilos que manipulen sus actos y su entendimiento. Decía E. M. Forster en Aspects of the novel, 1927, que todo personaje se dividía en una dupla irrompible. Personajes planos (flat) y personajes redondos (round). El primero no cambia en toda la acción del cuento y el segundo, el redondo, parece que ya no es el mismo al terminar el cuento. Ni que decir tiene que es una división parcial e interesada. Ya desde los dos grandes genios de los siglos de oro literario, William Shakespeare y Miguel de Cervantes, sabemos que el personaje, prototipo del héroe o del antihéroe, se quitan sus cadenas y campan a sus anchas por el mundo de ficción. La Dramatis Personae del teatro motiva el origen del Personaje en la novela. Un prototipo, un caballero, un hombre sumergido a su fatum. Sin embargo, estos dos genios sueltan su personalísimo Frankestein y nos brindan las páginas de la literatura más hermosas y más cercanas del ser humano. ¿Cómo lo hicieron? ¿Qué presupuestos siguieron? ¿Fueron conscientes de estar abriendo la caja de Pandora?
Existen múltiples divisiones del Personaje en el oficio literario. Todos ellos nos animan a descubrir la operatividad de la acción en su peripecia. Y por eso son Actantes, porque llevan la acción a su último extremo. Yo hago una primera división basada en un concepto lacaniano. Lacan, el psicoanalista, advierte que la REALIDAD (toma de conciencia) tiene que ver con lo REAL (lo percibido) y con lo IMAGINARIO (lo deseado o imaginado). Todo ello resulta de una sutura inextricable, lo SIMBÓLICO (el punto de unión). Aunque ya desarrollaré este principio os diré que encuentro una división básica en estos conceptos para acercarnos al Actor-Personaje. Existen, pues, tres categorías actantes que no son otras que Real, Simbólico o Imaginario. Un personaje REAL nos acerca al mundo de la acción mediante engranajes lógicos y causales. Un personaje SIMBÓLICO es heredero del héroe o protagonista de la acción y cumple una relación de sutura salvífica con su entorno. Su contrario, el personaje Diabólico es heredero del antagonista y cumple una relación de tensión y destrucción del entorno. El personaje IMAGINARIO es un personaje híbrido donde la fantasía se mezcla con lo Real y construye una nueva Realidad de toma de conciencia. Pero esto no es más que una división principal. Si atendemos al Personaje por su capacidad operativa hallaremos una multiplicidad de clasificaciones, incluidas las del carácter.
El Personaje de tu cuento puede ser: VENGATIVO, AMOROSO, DESPRENDIDO, SOCIABLE, PROBLEMÁTICO, TRABAJADOR, PEREZOSO, TÍMIDO, MENTIROSO, ESTÚPIDO, INTELECTUAL, AVIESO, ENVIDIOSO, RELAMIDO, SEXUAL, AVARO, LÍDER, FANTASMAL, BRUTO, TIERNO, DESCONSOLADO, ENFERMO, ASESINO, CRUEL, VOYEUR, DEPORTISTA, BUFÓN, CASCARRABIAS, EDUCADO, VISIONARIO, DEMOLEDOR, INSULSO…
Antes de hacerlo andar en tu escrito has de pensar QUIÉN es tu personaje. ¿Lo conoces de verdad? ¿Qué sabes de él? ¿Le gusta el Arte? ¿Odia la televisión? ¿Se escaparía solo/a a una isla desierta? Es de justicia que te hagas todas esas preguntas. Cómo irá vestido, cuál será su actitud y qué función ocupa en tu escrito. Ya ves que son muchas preguntas pero sólo tienes que interiorizarlas y saldrán como linterna mágica de tu entendimiento. Una de las primeras consideraciones es que tendremos PROTAGONISTAS, ANTAGONISTAS, DEUTERAGONISTAS, CALEIDOSCÓPICOS, BISAGRAS O DONANTES, FIGURANTES, DISTRACTORES, PROTOTIPOS, ANTITIPOS, PERSONAJES TÚNELES, etc.
Al elegir un PROTAGONISTA sabes que has de poner la cámara sobre él. Si usas una cámara objetiva te servirás de un foco lejano aunque no muy distante. Si usas una cámara subjetiva el punto focal estará en sus sentidos (no sólo en sus ojos). Es el héroe/antihéroe de tu historia. El Lazarillo es un antihéroe aunque después de contado “el caso” que es lo que mueve a la primera novela moderna uno queda de una pieza al saber que se siente triunfador, un héroe, ya que a pesar de los cuernos que le pone un miembro de la iglesia no pasa más calamidad y cuenta con mesa y cama, algo que iba más allá de sus esperanzas. Terrible. Este primer hilo de ternura es el aliento con el que respirarán Hamlet y Don Quijote. No olvides ese hilo de ternura. Eres el dios de tus criaturas pero no tires tan fuerte del arzón de tus dedos que oprimas el respiradero sus acciones. PROTO-AGONOS es aquel héroe que camina en pro de la lucha, del objetivo, del azar en que se ha visto inmerso. Es por ello que cuando saques a tu héroe al mundanal ruido deberás tener en consideración el espacio en que se mueve y los peligros que acontecerán.
Tu personaje ha de mostrar algo que le diferencie del resto, bien sea por atributo físico o mental. El llamado PERSONAJE EMBLEMÁTICO lo es por ser su atributo un referente propio de la historia. Imagina que tu protagonista porta en su mano izquierda un garfio. Esa condición debe ser un SIGNIFICANTE que desarrolle su proceder en la trama. Recuerda que el cuento es el lugar de lo insólito. Si tu personaje bebe, bien puede ostentar una cojera que nos haga ver que anda cojo por la vida. Son referentes emblemáticos y por tanto SIMBÓLICOS. Una cicatriz en el pómulo, una mano con seis dedos, que sea albino, un bastón, una pipa, unas gafas de amplia dioptría, un loro en el hombro (hace poco vi a alguien que paseaba por la calle de esa guisa) o unos zapatos que le hacen correr más rápido. Recordarás esa escena que aparece en CRÓNICAS DE MOTEL de SAM SHEPARD donde un niño ve cómo su padre que trabaja la tierra se toca la cicatriz del rostro mientras un B-52 sobrevuela su cabeza. Es un instante prodigioso lleno de significaciones. Para la mirada del niño su padre es un cobarde, sólo sirve para estar agachado en la tierra. Eso le parece su padre y nada más, se avergüenza. El texto, empero, es referido como todos los escritos. Y aquí cobra singular importancia porque el hombre adulto ve su yo inmaduro en ese niño que fue. Ahora, con la edad, sabe que su padre era todo un héroe. Y ahora sabe también por qué se tocaba la cicatriz. Su padre fue un héroe de guerra. Esa cicatriz comunicaba la tierra con el cielo. Esplendoroso. Nacemos de la tierra, nos convertimos en héroes en el cielo y volvemos a la tierra. Toda una propuesta de vida. Eso es lo que cuentan los cuentos.

El final de Pinocchio es muy revelador. Se ve que Carlo Collodi ideó un primer final para las tribulaciones de aquel muñeco de madera. Moría ahorcado. Era un modo de que la madera volviera a la madera. Pero algo no funcionaba, tanta madera para ser madera. Un destino inevitable. Para tanto viaje no hacían falta alforjas. Sin embargo algo sucedió. Collodi cambió ese final. Y como si fuera él mismo un dios protector pero sabio insufló el ruach y el nefesh de los hebreos en su armazón de madera y le dio vida. Pinocchio deja de ser un bloque inmundo y se convierte tras una metamorfosis maravillosa en un ser humano. Qué os parece. Le da la vida. Vive. Se convierte en persona de carne y hueso. La METANOIA (cambio de fortuna), la transformación, la herencia de la sangre. Eso mismo debéis hacer con vuestros personajes. Sopladlos, dejadlos salir a la intemperie. Sois el dios de vuestras historias. Cuando Lucky Luke sale a mirar el crepúsculo, (he de reconocer que era la estampa que más me gustaba de este vaquero magnético de tupé impecable y pitillo en boca) queda con su caballo oteando el horizonte y los rayos purpúreos se bañan en su delgada figura que se pierde en el horizonte rocoso entre sobrios azules y certeras sombras. Va pensando, va haciendo pensamiento y tú le acompañas en su cabalgadura. Eso es contar una historia. Eso es ver a una persona que nace de tu propia imaginación.
La consigna es la de un PERSONAJE EMBLEMÁTICO. Te lo pido para que pienses en él, para que madures su apariencia, para que no le sueltes. La lectura es el cuento de John Fante, La orgía, que está dentro de su libro Al oeste de Roma. Fíjate en los actores de la historia, en los figurantes, en los personajes bisagra (ayudadores o donantes), en la psicología de quienes forman parte de la trama. Te servirá de mucho.
Una cosa más. Cuando Gepetto, el carpintero, va a modelar su trozo de madera, éste no surge de la nada. Se lo ha dado un compañero de gremio. Parece que fue un trozo de madera golpeado por un rayo. Pues eso, que te golpee un rayo.

                                                   De Juan Carlos Jiménez Vázquez