miércoles, 23 de marzo de 2011

Coartada de Javier

Mírale, es ése, el que está solo en la mesa tomando café, al lado de la columna, el del sombrero. Qué cabrón, me ha dicho que iba a venir a verme, pero no esperaba que fuera hoy mismo. Sí, sí, segurísimo, mírale, el sombrero y el cigarrillo de mentira. Desde el escenario me ha parecido él, pero no quería creerlo, ya sabes, los focos te deslumbran y no ves bien, pero he visto un tipo con sombrero y me ha venido él a la cabeza, pero claro, quién iba a pensar, qué cabrón. Después de tenerme esperando media mañana llega el tipo todo chulo con su sombrero a lo Mike Hammer, que eso ya no se lleva, y me saluda muy educado, y me dice con acento francés que me siente, que al principio me ha parecido que hablaba así por el cigarro en la boca, bueno, el cigarro que no es cigarro. Y yo casi sin dormir, que ayer me acosté tarde, bueno, qué te voy a contar a ti, y él tranquilito, con parsimonia, como si se hubiese parado el mundo, el muy cabrón. El tío sin prisa, ordenando papeles sin mirarme a mí, como si no estuviera. Y yo mientras tanto pues mirando el panorama, a ver qué voy a hacer. Y para romper el hielo le pregunto si es italiano, porque en la mesa tiene un cartel que pone Comisario Giusseppe nosequé, espera, que me ha dado una tarjeta, mira Comisario Giusseppe Cagliostro, no me digas que no tiene nombre de hijoputa, de mafioso o algo así. Bueno, pues el tipo me suelta que no es italiano, que el italiano era su padre, que él es de Marsella, y todo esto sin levantar la cabeza de sus papeles. Y entonces yo le digo, hombre, de Marsella, como el Olympique, ahí hay mucho hijodeputa, por los moros, ya sabes, y entonces el muy cabrón me mira a los ojos y sin pestañear me suelta: hijosdeputa los hay en todos los sitios. Qué cabrón, va y me dice eso, que hijosdeputa los hay en todos los sitios, como si yo fuera uno de ellos. Bueno, y luego empieza a interrogarme, como en las películas, mirándome a los ojos todo el tiempo, pero todo el tiempo, sabes. Sólo bajaba la cabeza para apuntar cosas en la libreta. Y la voz todo el rato igual, sin alterarse, me recordaba a la de Paul Newman, bueno, la voz del tipo que dobla a Paul Newman, pero con acento francés, vamos que la voz no le pega ni por asomo. Y empieza a preguntarme mi nombre, como si no lo supiera, el muy cabrón, y dónde vivo, y a qué me dedico, y cuando le digo que toco el saxo abre bien los ojos y levanta una ceja, qué cabrón, y me dice que él toca el violín, y no me extrañaría, porque mira qué dedos tiene, largos y huesudos, como los de un músico, ya sabes. Y me pide una tarjeta del local, y claro, yo se la doy, a ver qué voy a hacer, y me dice que vendrá a verme, pero cómo iba yo a saber que sería hoy, qué cabrón. Luego me pregunta que de qué conocía yo a Áfrika, a la señorita Áfrika Cuerpo, me dice, así, sin anestesia, y qué quieres que te diga, a mí me pilla así de sopetón, joder, que hace tres días que la han matado, que está todavía caliente, como quien dice. Y yo le digo la verdad, claro, a ver, yo no tengo nada que ocultar, si todo el mundo lo sabía, le digo, pues eso, que follábamos a menudo. Y el tipo sin dejar de mirarme, yo no sabía dónde meterme. Y me pregunta que si algo más, y yo le digo que si algo más qué, y él me dice que si sólo follábamos, que si no había nada más. No sé cómo lo ha hecho el muy cabrón, no sé si ha sido porque no paraba de mirarme con esos ojos oscuros que me clavaba, el caso es que al final me ha sacado el muy cabrón que quería tener un hijo con ella. Como lo oyes, no lo sabe nadie, ahora ya lo sabes tú, le había dicho muchas veces que se viniera a vivir a mi estudio, que en ese edificio están todos locos, pero ella no quería, y al final mira cómo ha acabado, que yo la quería, tú lo sabes, yo la quería. Y el tipo apuntando todo lo que yo le voy diciendo, y cuando agacha la cabeza para hacerlo veo que se está empezando a quedar calvo, y encima tan canoso que parece más viejo de lo que es. Pero bueno, eso qué más da. Luego me pregunta que qué hacía yo a la hora en que mataron a Áfrika, y yo le digo que no sé la hora a la que la mataron, quería ver si me pillaba, el muy cabrón. Me dice que sobre las ocho. A esa hora yo estaba follando con Alba, y se lo he dicho, a ver qué iba a hacer, total, luego se lo va a soltar Alba, así que de perdidos al río. Y al final, para rematar la faena me pregunta si sé de alguien que tuviera motivos para cargarse a Áfrika. Con dos cojones. Que si sé yo quién puede querer matarla. Le digo que no, claro, a mí no se me ocurren motivos para que una persona normal mate a otra, para desear su muerte, sí, pero para matarla de verdad eso ya es otra cosa. Pero el cabrón no se queda contento y vuelve a la carga, ahora me pregunta: bueno, y alguien que quisiera hacerle daño, alguien que la quisiera mal. Pues casi todos, le digo, en ese edificio están todos locos, y la envidia es muy cabrona, que lo sé yo: Alba no podía ni verla, pero estaba conmigo; Leticia, otra que tal baila, pero no la creo capaz; el fotógrafo, el del primero, el tal Juanelo, aunque me parece que es un poco fantasma y no creo yo que…; o la ciega, que tiene muy mala ostia; yo qué sé. O el portero, menudo pájaro, tenías que verlo, un tío que controla todo lo que pasa en el edificio, qué cabrón, siempre con el mismo jersey, ese sí que tiene pinta de sospechoso, y si no, su hija, vaya elemento su hija, no me extrañaría que hubiera sido alguno de ellos, o los dos, vete tú a saber. Mírale, qué cabrón, cómo mira para todos lados. Me ha dicho que iba a venir a verme tocar, pero no esperaba que fuese tan pronto. Seguro que sospecha de mí, el muy cabrón. Qué cabrón. Qué cabrón.

1 comentario:

  1. Visto lo leído, creo que mi mejor aportación será hacer mutis por el foro. Seguro que mi silencio enrriquecera más la obra.
    Enhora buena Javier, eres un maestro. Solo un pero; No tenias necesidad de meterte con Leonardo. Eso me ha dolido.

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