viernes, 3 de junio de 2011

Un cuento de Ángel Lozano: Despedida

Marta se repetía a sí misma una y mil veces que aquello no podía estar ocurriendole a ella. Algo ni siquiera parecido se podía haber imaginado aquella misma mañana cuando desayunaba tranquilamente junto a su madre. Ni siquiera se le pasó por la cabeza, cuando la vicedecana de la facultad corto a medias la clase de tercera hora y le pidio amablemente que saliera a hablar con ella al pasillo.
Ahora estaba en un frio despacho de hospital, sumida en una nube que no la dejaba ni pensar, ante la decisión más importante de su vida, mientras leía una y otra vez, sin comprender todavía muy bien, aquel maldito parte médico que tenía delante.

Parte de urgencias:
Colisión de tráfico. Dos pasajeros. Estado del vehículo: siniestro.



Paciente 1: varón. 47 años. Politraumatismo en tórax y cráneo. Hemorragia cerebral. Situación: coma irreversible. Pronóstico: muy grave.


Paciente 2: mujer. 44 años. Politraumatismo en neumotórax. Organos afectados: corazón, páncreas y bazo. Situación: coma inducido. Pronóstico: reservado a la espera de trasplantes compatibles. *


* Paciente número 1 donante compatible. Necesidad de consentimiento del pariente más cercano. URGENTE

Y allí estaba ella, tan ausente, que ni siquiera las lágrimas le salían de los ojos. Mientras, los médicos le pedían que apremiara, que cada minuto que pasaba era importante. Que los órganos de su padre eran casi la única esperanza para salvar la vida de su madre. Pero cómo explicaría esto al resto de su familia, y a sus hermanos pequeños. Como les explicaría que había tenido que decidir, simplemente en segundos, sobre la vida de su padre; el mismo padre, al que aquella misma mañana le había negado los buenos días, aún enfadada por la absurda discusión que habían tenido la noche anterior. Y ahora se encontraba allí . ¿Quien y porque diablos, había decidido que tenia que ser ella la que tomara aquella fatídica decisión?
Marta por fin cogió el bolígrafo, y una mano más que temblorosa dibujo su nombre sobre la línea de puntos, mientras que esta vez sí, una lagrima caía, y formaba un gran borrón de tinta azul en la hoja.

Marta pasó las siguientes horas intentando sacar algo de información de la gente que entraba y salía del quirófano. Tras un gran rato de incertidumbre, por fin pudo entrar en la habitación de la UVI, donde entre vendas, magulladuras y tubos, pudo ver como su madre estaba ya fuera de peligro.
Pero aun quedaba largo, los médicos retrasaban su pronóstico en función de lo que su madre tardara en despertar. Así que a Marta todavía le esperaba una noche en blanco, sola y arropada en una incómoda butaca de hospital.

A medianoche, cuando el sueño ya se apoderó de ella, las cabezadas empezaron a ser más continuas. Así que ya medio dormida, Marta pudo escuchar la voz de su padre que decía:

- Buenas noches mi niña, ya puedes dormir tranquila.

Marta sin pensar respondió:
- Buenas noches a ti también, papá.

En ese momento Marta se despertó por completo, y durante unos segundos un profundo silencio se apoderó de la habitación. Unos largos segundos, durante los que ninguna de las dos dijo nada. Hasta que Marta reaccionó, y apretó el timbre de llamada para avisar que su madre había despertado

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